Corella, Semana Santa barroca

Corella
Visitar Corella, situada en La Ribera de Navarra, es impregnarse de cultura y arte barroco. Además de la arquitectura de sus Iglesias, Palacios y casas, la Semana Santa corellana es una de las manifestaciones más sorprendentes y características de España. No se trata de una procesión clásica, es una representación al aire libre de los principales pasajes de la Biblia.
Siete Palabras
La tradición de las Siete Palabras se realiza el Viernes Santo al mediodía en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario; en el altar de la misma se coloca un cristo crucificado acompañado de María Magdalena y San Juan. Como fondo de las figuras una tela negra a modo de telón teatral; además, el coro, el sacerdote y la orquesta escenifican cada una de las siete últimas frases que pronunció Jesús antes de su muerte.
La procesión del Viernes Santo corellano tiene su origen en 1710, fecha en la que se creó la cofradía o Hermandad de la Caridad, aunque se cree que la procesión se realizaba con anterioridad a esta fecha. Su originalidad radica no sólo en su antigüedad, sino fundamentalmente en la gran participación ciudadana.
Actualmente, la procesión del Viernes Santo comienza su recorrido en la iglesia del Rosario. Por un día, mujeres, hombres y niños se convierten en actores y actrices para representar personajes bíblicos, como Jacob, Isaac, San José, Judith, Ruth, Salomón etc. También se incluyen pasos procesionales, algunos de ellos de gran calidad artística, para representar la pasión y la muerte de Jesús.
La procesión en Corella es escenificación, con tres momentos álgidos que se convierten en verdaderas escenas dramáticas. Una de ellas es la entrada en Jerusalén. Tras el Paso correspondiente, un grupo de niños y niñas portan palmas, cuatro chicas sujetan una alfombra y, finalmente, aparece Jesús montado en un burro, con el brazo derecho levantado y el índice tieso. Otra de las escenas de este teatro al aire libre es el prendimiento, durante el cual Jesús es apaleado por un grupo de "verdugos". Y la escena que culmina el drama y que centra la atención de un público que la vive en silencio, se representa en la plaza del Crucero: el encuentro de Cristo con Cireneo y Verónica.