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La Vanguardia

Dra. Magda Carlas, Médico nutricionista Departamento Nutrición Clínica Eugin

Apuntes sobre las comidas veraniegas

Está claro que durante todo el año hay que seguir una dieta equilibrada y que en realidad las distintas estaciones no cambian prácticamente nada de lo esencial en este tema. Es decir, durante todo el año hay que comer variado, a base de productos frescos, evitando los excesos...etc. Sin embargo, sí es cierto que la subida de las temperaturas conlleva algunos matices que vale la pena comentar. Y no es sólo que los termómetros más altos produzcan una notable disminución del apetito y un aumento de las necesidades hídricas, sino que el tipo de vida y las actividades veraniegas pueden conllevar formas de comer y pautas alimentarias muy distintas a las cotidianas.

Durante el embarazo
La dieta durante el embarazo es crucial. Quedan lejos ya los tiempos en que se creía que una embarazada debía comer por dos...hoy se sabe que la diferencia en energía es mucho menor a lo que se pensaba, y que en realidad una embarazada debe hacer un incremento de 200-300 Kcal/día a partir del segundo trimestre, no más. Además, la temperatura ambiental alta disminuye también un poco las necesidades energéticas con lo cual es aconsejable ahora más que nunca la moderación. Calorías aparte, es aconsejable que la embarazada tenga en cuenta que el verano conlleva una cierta tendencia a consumir más bebidas azucaradas como las horchatas, las bebidas refrescantes, los granizados y eso para ella, que tendrá a partir del segundo trimestre una menor tolerancia a la glucosa, no es nada recomendable. El agua sigue siendo la mejor opción. Otro punto importante es que se come más fuera de casa, a veces en los lugares más inverosímiles, y eso puede ser un problema cara a la garantía microbiológica de la comida.

Viajar puede ser otro aspecto conflictivo. Para una embarazada es fundamental activar su circulación, ya algo enlentecida por el embarazo. Hay que evitar pues el estar sentada más de dos horas seguidas y por supuesto los alimentos demasiado salados que no harán más que perjudicar un poco más su circulación.

Durante la lactancia
Lo que a veces se ignora es que la lactancia requiere un gasto energético muy superior al embarazo. De hecho se calculan 500-600 calorías/día extras...o sea, que es totalmente normal tener más apetito que durante el embarazo. Por supuesto si después del embarazo ha quedado un cierto sobrepeso no será necesario tomar estas calorías suplementarias.

El tema microbiológico sigue siendo importante, porque si bien ya no conlleva tantos peligros como durante el embarazo una infección, o bien por el peligro microbilógico en sí o por la toma de posibles antibióticos, podría suponer el final de la lactancia. Recordemos que la leche es un verdadero vehículo transmisor de la madre al bebé.
 También es importante recordar que la lactancia ya se requiere una gran dosis de agua pero es que con el calor esta cantidad puede aumentar muchísimo. No se olvide pues de beber abundantemente porque el tiempo y la lactancia lo requiere... incluso con poca sed.

En cuanto a los posibles viajes con sus correspondientes restaurantes, no olvidemos que hay ciertos sabores que pueden pasar a la leche y dificultarnos la lactancia. Si estamos en países donde las receta no está clara no está de más preguntar y asegurarse de que verduras “conflictivas” como el ajo, el puerro, el apio o el espárrago no van a fastidiarnos la lactancia. Asimismo es mejor evitar los condimentos o especies demasiado evidentes.
 Por último cabe recordar que aunque se esté de vacaciones, el bebé sigue necesitando un ambiente tranquilo y apacible para su toma. Es un momento perfecto para probar la consabida sopa de melón elaborada con melón y yogur. Rehidrata, es suave y aporta una dosis de vitaminas y calcio elevadísima.
 Y una última sugerencia: ya se sabe pero no olvidemos que al igual que durante embarazo, el alcohol debe prácticamente olvidarse... aunque el verano se preste a la fiesta...

Los niños
Tenerlos en casa puede tener muchas ventajas, al menos desde el punto de vista dietético, porque puede ser la ocasión para “aprobar” asignaturas dietéticas que se han suspendido durante el curso. Es un buen periodo para enseñar a los niños a comer bien. Ahora puede ser un buen momento para hacer que el niño se habitúe a desayunar con tiempo, sentado y correctamente. El pan o los cereales, los lácteos y las frutas son elementos básicos de un buen desayuno.
En esta época abundan las comidas al aire libre, en la playa...ésta puede ser una buena oportunidad para que los niños saboreen sin darse cuenta el pescado, que es una de sus “pesadillas”. El bocadillo, que es un tema que les suele encantar, puede ser una buena manera de introducir este alimento. Los helados están a la orden del día pero pueden combinarse inteligentemente con la fruta. Una macedonia con helado es un buen recurso para que los niños no pasen de la fruta y tomen menos cantidad de helado. Ante el alud de bebidas refrescantes que hay durante esta época, hay que saber darles alternativas sustanciosas. Una de estas alternativas puede ser por ejemplo un batido de yogur y fruta, o una refrescante leche merengada, o simplemente un refresco elaborado con zumo de frutos diluido en agua...

En definitiva, el verano es una buenísima oportunidad para que aquellos ingredientes de la dieta que durante el año son poco aceptados se vean por parte de los niños de otra manera... Sin olvidar que es el momento perfecto para que los niños realicen una actividad física a diario.