
Dr. Vicente García-Patos, Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Vall dHebron
El cuidado de la piel en verano
Uno de los aspectos más importantes en el cuidado de la piel de los niños es protegerla adecuadamente del sol. Durante los primeros diez años de la vida es especialmente vulnerable al exceso de radiación ultravioleta, hasta el punto de que una piel castigada en la infancia no olvida la agresión durante el resto de la vida. La trascendencia es aún mayor si la piel, los ojos y el cabello son claros. Estudios epidemiológicos han demostrado que las quemaduras solares repetidas durante la infancia son un factor de riesgo para desarrollar cáncer de piel en la edad adulta. El bronceado es estéticamente deseable, pero debemos tener presente que es una respuesta fisiológica de defensa del organismo para protegerse del daño celular que ocasionan los ultravioletas. Además, la belleza de hoy se convierte en la vejez prematura de mañana, con aparición de arrugas y manchas. No todos son efectos nocivos; gracias al sol sintetizamos vitamina D, imprescindible para la maduración ósea.
Algunos niños pueden tener alergias al sol, fruto de enfermedades genéticas, como las porfirias; alteraciones inmunológicas, como el lupus eritematoso; y desencadenadas por la interacción de los rayos ultravioleta con determinados medicamentos tópicos (antihistamínicos) o por vía oral (algún antifúngico). Son niños que al exponerse al sol sufren quemaduras con exposiciones mínimas, tienen pequeñas vesículas o ampollas, o simplemente lloran desesperadamente sin una explicación aparente.
En niños muy pequeños, por debajo del año de edad, debería evitarse una exposición directa al sol de toda la superficie cutánea, más aún a horas centrales del día o durante más de 30 minutos. La ropa, en su mayoría, deja pasar una gran cantidad de radiación ultravioleta. De igual modo, estar debajo de una sombrilla en la playa ofrece una falsa sensación de protección. Por tanto, además de evitar el sol durante las horas en las que incide más vertical, entre las 11 y las 17 horas, se recomienda usar ropas protectoras adecuadas, especialmente gorros y sombreros. Como complemento disponemos de una amplia gama de protectores solares, en forma de crema, geles, sprays, con color, sin color, resistentes al agua...Los pediátricos tienen la ventaja de que no contienen productos irritantes para las mucosas en caso que el producto contacte con éstas, hecho muy habitual en los pequeños. Como recomendación general en los niños el factor de protección debe ser superior a 15 y mejor aún, mayor que 25.
Cuando desafortunadamente nuestro pequeño se ha quemado por el sol hay que mantenerlo bien hidratado, ofreciéndole agua abundante. Para reducir la sensación cutánea desagradable son útiles los baños o los fomentos con agua más bien fresca, además de los analgésicos-antitérmicos habituales. Las cremas de corticoides también ayudan a aliviar los síntomas. Es importantísimo que no se sumen nuevas quemaduras.
Sol y embarazo
En cuanto al sol y al embarazo, hay que potenciar la moderación y fotoprotección, sobre todo con filtros físicos. Sin embargo, las exposiciones prolongadas tienen unas implicaciones más peligrosas que en mujeres no embarazadas. Durante el embarazo existe un cierto grado de reducción de la inmunidad, considerado fisiológico, que facilita el correcto desarrollo del feto y de la placenta. Esta disminución de la vigilancia inmunológica, que es crucial para contrarrestar las pequeñas lesiones celulares inducidas por el sol, puede permitir el desarrollo de tumores cutáneos, en especial del melanoma.