
Dr. Bernat Serra, Jefe del Servicio de Obstetricia del Instituto Universitario Dexeus
Controles y aspectos a tener en cuenta durante el embarazo
El embarazo constituye una etapa de la vida de la mujer de gran importancia, tanto para la propia embarazada como para su entorno familiar, por diversos motivos. Por una parte, por los condicionantes socioeconómicos actuales, la decisión de la maternidad suele retrasarse en la mayoría de mujeres hasta más allá de los 30 años -de media unos 4 años más tarde de lo que sucedía hace dos o tres décadas-. A nivel estatal, en el año 1975 la edad media de las mujeres que daban a luz su primer hijo era de 25 años, mientras que en el año 2004 esta edad había aumentado hasta los 29 años. A su vez, el número de hijos ha disminuido a 1,2 hijos por mujer en nuestro país, una de las tasas de natalidad más bajas de Europa. Estos dos factores condicionan que la mujer viva el embarazo de forma diferente a como lo hacía pocas décadas atrás, en que de media las familias españolas tenían tres hijos a edades más jóvenes.
El mencionado retraso de la maternidad sin duda influye no sólo en la posibilidad de quedar gestante, pues la incidencia de esterilidad aumenta con la edad, sino también en la de padecer complicaciones durante el embarazo, como son el aborto, embarazo ectópico, parto prematuro, crecimiento intrauterino restringido, embarazo múltiple, etc.
La fertilidad de la mujer disminuye conforme se acerca a la edad de la menopausia, no sólo porque mengua la reserva ovárica de ovocitos, sino también porque aumenta la probabilidad de padecer enfermedades que puedan provocar esterilidad, como son las infecciones pélvicas, la endometriosis, etc. Ello explica el aumento del número de parejas que se ven obligadas a recurrir a las técnicas de reproducción asistida para poder tener hijos. Estas técnicas, con sus diferentes variantes son, de menor a mayor complejidad, la inducción de la ovulación, la inseminación artificial y la fecundación in vitro. Como norma general, la pareja no debe inquietarse frente al hecho de tardar unos meses antes de que la mujer quede gestante, pues no se establece el diagnóstico de esterilidad hasta que transcurre un año sin adoptar medidas anticonceptivas y no conseguir la gestación. Si la mujer supera los cuarenta años de edad, se puede plantear iniciar los estudios para determinar el motivo de la dificultad para quedar embarazada en un período de tiempo inferior, puesto que con el paso del tiempo también disminuyen las perspectivas de éxito de un tratamiento de reproducción asistida.
El incremento de la edad materna asimismo repercute en el riesgo de perder el niño durante el primer trimestre de la gestación. La posibilidad de sufrir un aborto entre los 20 y 35 años se sitúa alrededor del 10%, doblándose hasta casi un 20% entre los 35 y 40 años y triplicándose para alcanzar un 30% en las mujeres de más de 40 años. A la dificultad de quedar embarazada, se suma por tanto un mayor riesgo de malograr el embarazo conforme aumenta la edad.
Otra de las patologías del primer trimestre, cuya incidencia aumenta con la edad materna, es el embarazo ectópico. Éste se produce cuando la gestación no anida en la cavidad del útero, sino en la trompa o, más raramente, en el ovario, el cuello uterino o los intestinos. Los avances en el campo de la ecografía y la bioquímica permiten hoy en día un diagnóstico precoz de esta patología, antaño muy peligrosa por el riesgo de hemorragia interna. Su adecuado diagnóstico permite en ocasiones realizar un tratamiento médico del mismo, evitando de esta forma la necesidad de intervenir quirúrgicamente a la mujer y tener que extirpar la trompa uterina afectada.
Una vez superado el primer trimestre del embarazo, existen otras patologías que pueden comprometer el resultado del embarazo, que supone un hijo/a sano en casa, como son la diabetes gestacional, la hipertensión arterial, el crecimiento intrauterino restringido, etc. Para detectar precozmente estas patologías y poder establecer un adecuado plan terapéutico conviene realizar visitas regulares a el/la obstetra o la comadrona en los ámbitos sanitarios en los que la responsabilidad de la supervisión del embarazo recaiga en este colectivo. En caso de un embarazo de bajo riesgo, las visitas pueden espaciarse cada 4-6 semanas, pasando a ser más frecuentes al final del embarazo.
Durante estas visitas de control, el profesional sanitario realizará las exploraciones clínicas pertinentes, solicitará y comentará con la embarazada las pruebas complementarias necesarias y le informará sobre los cambios que irá experimentando a lo largo del embarazo, así como también le dará las instrucciones adecuadas respecto a la dieta que debe seguir, la actividad física aconsejada, los suplementos vitamínicos, etc.
Conviene destacar que la constante mejora de las técnicas de ecografía, bioquímica, genética y resonancia magnética han permitido en los últimos años ampliar y adelantar el diagnóstico prenatal de gran número de defectos congénitos a fases más precoces del embarazo. Un elevado porcentaje de malformaciones puede hoy por hoy ya ser diagnosticado al final del primer trimestre.
Hoy en día es asimismo posible diagnosticar, mediante técnicas de genética molecular, el factor Rh del grupo sanguíneo del feto de una mujer Rh negativa, mediante la obtención de una muestra de sangre materna. Ello permite averiguar si es necesaria la administración de medicación para prevenir la producción por parte de la madre de anticuerpos dirigidos contra los glóbulos rojos Rh positivos del feto. Esta patología se conoce como isoinmunización Rh y puede resultar peligrosa en caso de que la mujer Rh negativa tenga de nuevo un feto Rh positivos en un embarazo posterior.
El momento culminante del embarazo sin duda lo constituye el parto, momento esperado por la mujer embarazada con ilusión pero a su vez con cierto temor, especialmente porque se ha relacionado tradicionalmente con el dolor. La universalización de la anestesia epidural para el tratamiento del dolor del parto debe contribuir a disminuir los temores asociados a este momento. Si bien es cierto que el parto no está exento de posibles complicaciones, una correcta supervisión y conducta médica en una maternidad dotada de la infraestructura adecuada (unidad de cuidados intensivos neonatales y de adultos, posibilidad de realizar una cesárea de urgencia en pocos minutos, neonatólogo de guardia las 24 horas del día, etc.) minimizan la incidencia y las consecuencias de éstas.