
Entrevista a Sergio Castañeda, Director de Arq Maq
"La maqueta es absolutamente imprescindible, es el contrato visual por excelencia"
BERING COMPARINI.
La definición más coloquial de lo que se entendía en Italia durante el Renacimiento por genio era sapere prima di conoscere (saber antes de conocer). En lo cotidiano, esto constituía la más elogiable de las actitudes y aptitudes de un profesional, de un artista o de un artesano, y la exhibición de sus facultades era requerida en el acto como si la chispa fuera la prueba absoluta del genio manifestándose. Muchos astutos hombres de negocios o comitentes se aprovechaban de il genio in piazza para buscar soluciones brillantes e inmediatas. Ante eso, genios como Brunelleschi se protegían urdiendo juegos y adivinanzas para proteger su más preciado tesoro, sus ideas, sus soluciones. Este conocimiento apriorístico de cómo satisfacer plenamente las necesidades del encargo de un cliente es lo que distingue la actividad del equipo de arquitectos, ingenieros y técnicos capitaneado por Sergio Castañeda, motor y síntesis de un taller que, desde su fundación en 1939 por su padre Vicente Castañeda, no ha parado de producir las más precisas y complejas maquetas que desde toda Europa y el mundo le encargan.
A partir del 92 se consolida lo que a lo largo de tan dilatada carrera se imponía, tanto oficio, tanta experiencia acumulada. Supervisando y solucionando proyectos en un mano a mano propio del que examina, no podía más que terminar orquestando un equipo capaz de dar respuesta del requerimiento y las necesidades de sus clientes.
-Sergio, a tu entender: ¿cuál es la filosofía del trabajo por encargo?
Está claro que el cliente tiene una motivación, una intencionalidad y muchos incluso saben exactamente lo que quieren. Nuestra principal motivación es conseguir la plena satisfacción de sus expectativas. La empatía es la fórmula para aceptar un encargo. No es la oportunidad para colar nuestras preferencias ni tan siquiera adueñarnos del proyecto como si se tratara de un proceso creativo aislado que no toma en consideración la opinión del cliente.
-Entonces, ¿cómo se puede realizar algo con carácter, con genio?
Pues eso es lo que le digo a mis clientes -debes pensar que somos como un limón al cual debes sacar y exprimir todo su contenido-. Eso no te despersonaliza sino al contrario, te vuelve más creativo, más audaz. Mientras más conservador sea un cliente, más te interrogará, te planteará un examen detrás de otro sin saber que con ello se expone a ser seducido por tus soluciones y por la enorme consideración que observas hacia sus desafíos y planteamientos.
-¿Cómo y adónde acaba la relación con el cliente?
Aunque parezca un disparate, el cliente se enfrenta a una máquina de trabajo, no a una relación ambigua que genera una progresiva negociación, tiempos muertos, largas e injustificadas esperas, desde el primer instante y si hace falta, sobre una servilleta comienza la visualización de su encargo.
-¿Sigue siendo la maqueta un instrumento imprescindible?
Absolutamente, es el contrato visual por excelencia. Es además la prueba y la confirmación de todos los aciertos y de todos los problemas. Es sorprendente haber trabajado para más de 600 arquitectos y comprobar como en el proceso de análisis y de construcción de la maqueta asomaban todas y cada una de las dudas.
-Cambiando un poco, ¿cuál es tu papel en esta gran orquesta alrededor tuyo?
Soy un gestor de información en beneficio de mis clientes. Cuando me traslado a otras regiones de España o en el Mediterráneo, atiendo grandes proyectos urbanísticos u hoteleros, grandes resorts, etc, recluto inmediatamente al técnico local. Junto a él se crea esa aproximación, en definitiva, cultural, tan necesaria para no hacer el extraterrestre.
-Sin embargo, grandes arquitectos implantan sus proyectos independientemente del lugar donde construyan.
Bien, esa es la monumentalidad en arquitectura y son los que destacan a nivel mundial. Los demás viven el encargo que es fruto de inversiones muy controladas, donde cada metro está optimizado. Eso nos lleva a mi personal obsesión que consiste en hacer edificios que envejezcan bien, que disfruten de una apariencia viva y de una calidad a toda prueba.
-Si nos ponemos trascendentales, al final siempre topamos con lo mismo, el cómo se llega a la forma creada por el hombre.
Bien, sin ser trascendentales te diré que todo hombre es capaz de diseñar su espacio vital. La diferencia con las abejas, los pájaros y otras criaturas radica en que una abeja hará pasivamente el mismo panal aquí, en China o en Centroamérica, mientras que el hombre construirá y se procurará un suelo y un techo totalmente diferente a los demás. Esa es la búsqueda de la forma. La forma y no el ornamento es la simplicidad que emerge de la esencia de las cosas. No olvidemos que el hombre y su cerebro, primero reconoce, e inmediatamente crea el abstracto, es decir, el concepto, la idea.
-Bien. Quizá nada de esto le quite el sueño a nadie.
A mi tampoco. Yo actúo consecuentemente con mi especie. Tras la observación, creo una respuesta y construyo, y lo hago diferente a cualquier otro. Eso sí, lo hago ¡ya!. Soy un exhibicionista de mi trabajo y el cliente que quiere soluciones reconoce en esto, un beneficio de enorme valor. Todo lo demás es pura empatía e interminables horas de trabajo.
Está claro que el cliente tiene una motivación, una intencionalidad y muchos incluso saben exactamente lo que quieren. Nuestra principal motivación es conseguir la plena satisfacción de sus expectativas. La empatía es la fórmula para aceptar un encargo. No es la oportunidad para colar nuestras preferencias ni tan siquiera adueñarnos del proyecto como si se tratara de un proceso creativo aislado que no toma en consideración la opinión del cliente.
-Entonces, ¿cómo se puede realizar algo con carácter, con genio?
Pues eso es lo que le digo a mis clientes -debes pensar que somos como un limón al cual debes sacar y exprimir todo su contenido-. Eso no te despersonaliza sino al contrario, te vuelve más creativo, más audaz. Mientras más conservador sea un cliente, más te interrogará, te planteará un examen detrás de otro sin saber que con ello se expone a ser seducido por tus soluciones y por la enorme consideración que observas hacia sus desafíos y planteamientos.
-¿Cómo y adónde acaba la relación con el cliente?
Aunque parezca un disparate, el cliente se enfrenta a una máquina de trabajo, no a una relación ambigua que genera una progresiva negociación, tiempos muertos, largas e injustificadas esperas, desde el primer instante y si hace falta, sobre una servilleta comienza la visualización de su encargo.
-¿Sigue siendo la maqueta un instrumento imprescindible?
Absolutamente, es el contrato visual por excelencia. Es además la prueba y la confirmación de todos los aciertos y de todos los problemas. Es sorprendente haber trabajado para más de 600 arquitectos y comprobar como en el proceso de análisis y de construcción de la maqueta asomaban todas y cada una de las dudas.
-Cambiando un poco, ¿cuál es tu papel en esta gran orquesta alrededor tuyo?
Soy un gestor de información en beneficio de mis clientes. Cuando me traslado a otras regiones de España o en el Mediterráneo, atiendo grandes proyectos urbanísticos u hoteleros, grandes resorts, etc, recluto inmediatamente al técnico local. Junto a él se crea esa aproximación, en definitiva, cultural, tan necesaria para no hacer el extraterrestre.
-Sin embargo, grandes arquitectos implantan sus proyectos independientemente del lugar donde construyan.
Bien, esa es la monumentalidad en arquitectura y son los que destacan a nivel mundial. Los demás viven el encargo que es fruto de inversiones muy controladas, donde cada metro está optimizado. Eso nos lleva a mi personal obsesión que consiste en hacer edificios que envejezcan bien, que disfruten de una apariencia viva y de una calidad a toda prueba.
-Si nos ponemos trascendentales, al final siempre topamos con lo mismo, el cómo se llega a la forma creada por el hombre.
Bien, sin ser trascendentales te diré que todo hombre es capaz de diseñar su espacio vital. La diferencia con las abejas, los pájaros y otras criaturas radica en que una abeja hará pasivamente el mismo panal aquí, en China o en Centroamérica, mientras que el hombre construirá y se procurará un suelo y un techo totalmente diferente a los demás. Esa es la búsqueda de la forma. La forma y no el ornamento es la simplicidad que emerge de la esencia de las cosas. No olvidemos que el hombre y su cerebro, primero reconoce, e inmediatamente crea el abstracto, es decir, el concepto, la idea.
-Bien. Quizá nada de esto le quite el sueño a nadie.
A mi tampoco. Yo actúo consecuentemente con mi especie. Tras la observación, creo una respuesta y construyo, y lo hago diferente a cualquier otro. Eso sí, lo hago ¡ya!. Soy un exhibicionista de mi trabajo y el cliente que quiere soluciones reconoce en esto, un beneficio de enorme valor. Todo lo demás es pura empatía e interminables horas de trabajo.