
Sandra Navó Berruezo, Dietista-nutricionista nutri_san@hotmail.com
La malnutrición infantil: intolerancias alimentarias y obesidad
Estos son los graves peligros del s. XXI para el correcto desarrollo de nuestros hijos
L a malnutrición significa una alteración en la nutrición (desnutrición) tanto por falta como por exceso (hipernutrición): en un niño tan grave es tanto una desnutrición provocada por una malabsorción debida a intolerancias o alergias alimentarias como una hipernutrición debida a una sobrealimentación de alimentos ricos en grasas, azúcares y a una falta de ejercicio físico.
A lo largo del crecimiento de los niños se puede dar una serie de afecciones alimenticias sin ningún signo previo, como son las alergias alimentarias o lo que es lo mismo: intolerancia a los alimentos. Ésta no viene producida por un mecanismo inmunológico como suele pasar en las otras enfermedades de tipo alérgico y puede afectar varios órganos en los niños, porque están en pleno desarrollo. Si al tomar cualquier alimento tu hijo presenta una reacción alérgica o bien tiene continuamente diarreas y vómitos, distensión abdominal, aspecto pálido y desnutrido, anemia e incluso enfermedades de la piel como eczema atópico, debes extremar precauciones y consultar con el pediatra, ya que tal vez padezca algún tipo de alergia alimentaria. La intolerancia al gluten y a la lactosa son dos de las alergias más comunes que aparecen durante la infancia. Pueden estar relacionadas o no pero lo que tienen en común es que si no se tratan pueden provocar malabsorciones, es decir, no absorber bien los nutrientes esenciales, que en esta etapa de la vida pueden ser cruciales para el correcto desarrollo del infante e incluso derivar a enfermedades más graves.
Intolerancia a la lactosa
Quince de cada 100 niños sufren intolerancia a la lactosa en España. En niños, la intolerancia a la lactosa se vuelve más frecuente a partir de los cinco años de edad. La lactosa es el llamado azúcar de la leche y está presente en todas las leches de los mamíferos: vaca, cabra, oveja y en la humana, en sus derivados y en alimentos cuya composición contenga lactosa como aditivo, como el embutido.
La lactosa que pasa parcialmente sin digerir al intestino grueso provoca: hinchazón abdominal, diarrea explosiva, náuseas, etc. Por lo tanto si no se trata, tendrá graves repercusiones en el crecimiento del niño y puede provocarle daños irreversibles. El tratamiento simplemente consiste en retirar la lactosa de la alimentación, y esto puede ser de por vida, en los casos crónicos, o bien temporal por una intolerancia producida debido a un daño al intestino causado por una infección. En estos casos, el niño vuelve a tolerar los productos lácteos en semanas o incluso en meses. Esto es, si no se tiene cuidado, la ausencia de leche en la dieta puede producir falta de Calcio, Vitamina D (necesaria para la absorción del Calcio), Riboflavina y proteínas, otra alternativa posible consiste en agregar a la leche enzimas de lactasa (lactoacidófilos) o tomarlas en cápsulas o en forma de tabletas masticables antes de cada ingestión o administrando vitaminas que contengan estos nutrientes. También se pueden conseguir en los supermercados algunos productos sin lactosa, tales como queso, leche y helados.
Aparte del componente genético, la intolerancia a la lactosa puede deberse a otras enfermedades más crónicas, como la enfermedad celíaca. Los niños intolerantes al gluten cuando son adultos, pueden presentar síntomas de intolerancia a la lactosa debido a la atrofia intestinal secundaria a la ingesta de gluten.
La celiaquía es una dolencia común del aparato digestivo de origen genético provocada por la intolerancia al gluten (proteína presente en la harina de trigo, cebada, centeno, avena y malta), que ocasiona una lesión gradual de las vellosidades del intestino delgado que son las que se encargan de absorber los nutrientes de los alimentos. Si se diagnostica durante la infancia, suele hacerse entre los 6 y 24 meses, coincidiendo con el comienzo del consumo de harinas. Según la FACE, uno de cada 200 niños en España puede padecerla y actualmente se conocen 20.000 casos. Los síntomas, normalmente, son los derivados de una mala nutrición y los más comunes son: pérdida de apetito y peso, tripa más grande de lo normal, diarreas prolongadas o, por el contrario, estreñimiento, vómitos, retraso en el crecimiento, trastorno del sueño y comportamiento irritable.
Así como en la intolerancia a la lactosa, el único tratamiento conocido que existe es la dieta de por vida, el único remedio para los enfermos de celiaquía es eliminar el gluten de su dieta, es decir, no podrán ingerir alimentos que lleven harinas, como galletas, pasta, rebozados, etc. Afortunadamente, ya existen en el mercado toda esta variedad de alimentos, pero sin gluten, incluso bollería, cereales, y golosinas. El celíaco debe basar su dieta en alimentos naturales: legumbres, carnes, pescados, huevos, frutas, verduras, hortalizas y cereales sin gluten: arroz y maíz. En todo caso, la dieta debería establecerse por un pediatra ya que si no se lleva un buen control nutricional, la ingestión de pequeñas cantidades de gluten, de una manera continuada, puede causar trastornos importantes y no deseables.
Aunque haya que tener ciertas limitaciones, la vida de un niño celiaco puede ser similar a la de cualquier otro niño. Tener esta enfermedad no tiene que suponer ningún obstáculo para poder llevar una vida normal incluso pueden tener menos riesgo de sufrir enfermedades asociadas con el sobrepeso y la obesidad ya que los celíacos necesitan mantener una dieta balanceada y un peso saludable.
La obesidad infantil
Aproximadamente del 25 al 28% de los niños presentan obesidad infantil, pero lo más preocupante es que en los últimos 20 años se ha incrementado de manera importante esta proporción hasta casi un 60% más. A partir del tercer año de vida, se ha de considerar esta etapa como muy importante y sensible a cualquier desorden o desequilibrio ya que esto podría comprometer su crecimiento y desarrollo.
La obesidad infantil tiene una predisposición genética pero hay que sumar múltiples factores: inactividad, alto consumo de azúcares y grasas...Hay que tener en cuenta que los niños aprenden por imitación, por lo que los padres o tutores legales han de practicar con el ejemplo. En casa no han de faltar por tanto ensaladas y verduras de todo tipo, así como un buen frutero que deje ver la atractiva variedad de colores de las frutas. Los riesgos de la obesidad infantil van desde hipertensión, hipercolesterolemia, es decir, niveles altos de colesterol en sangre, diabetes tipo II, fatiga, incluso apnea obstructiva del sueño que significa que mientras el niño duerme hay momentos en los que por unos segundos deja de respirar, lo cual provoca frecuentemente que el niño se quede dormido durante el día y por lo tanto influya en su aprendizaje. Aparte están los problemas emocionales como la baja autoestima, la inseguridad y los que provocan la discriminación social por estar gordos.
Prevención y tratamiento
Desde que nuestro hijo nace, y durante los primeros meses de vida (de 0 a 6 meses), la leche a demanda es el alimento ideal para el niño, dado que le aporta todos los nutrientes necesarios en cantidades suficientes y ayuda a la prevención del sobrepeso. Pero con el paso de los años, debes dar a tu hijo una alimentación sana y sobre todo equilibrada, y enseñarle poco a poco unos buenos hábitos alimentarios desde el preciso momento en que incorporamos en su dieta nuevos alimentos. Los consejos básicos para prevenir la obesidad infantil son fomentar una dieta variada pero especialmente rica en frutas y verduras y evitar que haga picoteos entre horas, en especial si se trata de chucherías, bollería industrial... Si el niño tiene mucha hambre se le puede dar fruta, un pequeño bocadillo integral, o incluso bollería saludable o biológica hecha con harinas integrales, sin grasas, etc. También hay que destacar que el agua es mucho mejor como bebida que zumos envasados o refrescos.
Por último, lo básico para evitar la obesidad es que el niño haga las cinco comidas, dándole mayor importancia al desayuno que bien puede ser un vaso de leche semi con unos cereales, o bollería infantil saludable sin grasas malas ni colesterol, que permiten que el niño le de un capricho al paladar sin comprometer su salud. La media mañana y la merienda pueden constar de un pequeño sandwich de pavo, queso bajo en grasa o fruta, por ejemplo los plátanos tienen muchos minerales y energía lo cual lo convierte en un alimento ideal para los niños. La comida y la cena deben de incorporar todo tipo de alimentos frescos y sanos como verduras, legumbres, cereales, pescado, carnes magras y huevo y de postre fruta o yogur.
A lo largo del crecimiento de los niños se puede dar una serie de afecciones alimenticias sin ningún signo previo, como son las alergias alimentarias o lo que es lo mismo: intolerancia a los alimentos. Ésta no viene producida por un mecanismo inmunológico como suele pasar en las otras enfermedades de tipo alérgico y puede afectar varios órganos en los niños, porque están en pleno desarrollo. Si al tomar cualquier alimento tu hijo presenta una reacción alérgica o bien tiene continuamente diarreas y vómitos, distensión abdominal, aspecto pálido y desnutrido, anemia e incluso enfermedades de la piel como eczema atópico, debes extremar precauciones y consultar con el pediatra, ya que tal vez padezca algún tipo de alergia alimentaria. La intolerancia al gluten y a la lactosa son dos de las alergias más comunes que aparecen durante la infancia. Pueden estar relacionadas o no pero lo que tienen en común es que si no se tratan pueden provocar malabsorciones, es decir, no absorber bien los nutrientes esenciales, que en esta etapa de la vida pueden ser cruciales para el correcto desarrollo del infante e incluso derivar a enfermedades más graves.
Intolerancia a la lactosa
Quince de cada 100 niños sufren intolerancia a la lactosa en España. En niños, la intolerancia a la lactosa se vuelve más frecuente a partir de los cinco años de edad. La lactosa es el llamado azúcar de la leche y está presente en todas las leches de los mamíferos: vaca, cabra, oveja y en la humana, en sus derivados y en alimentos cuya composición contenga lactosa como aditivo, como el embutido.
La lactosa que pasa parcialmente sin digerir al intestino grueso provoca: hinchazón abdominal, diarrea explosiva, náuseas, etc. Por lo tanto si no se trata, tendrá graves repercusiones en el crecimiento del niño y puede provocarle daños irreversibles. El tratamiento simplemente consiste en retirar la lactosa de la alimentación, y esto puede ser de por vida, en los casos crónicos, o bien temporal por una intolerancia producida debido a un daño al intestino causado por una infección. En estos casos, el niño vuelve a tolerar los productos lácteos en semanas o incluso en meses. Esto es, si no se tiene cuidado, la ausencia de leche en la dieta puede producir falta de Calcio, Vitamina D (necesaria para la absorción del Calcio), Riboflavina y proteínas, otra alternativa posible consiste en agregar a la leche enzimas de lactasa (lactoacidófilos) o tomarlas en cápsulas o en forma de tabletas masticables antes de cada ingestión o administrando vitaminas que contengan estos nutrientes. También se pueden conseguir en los supermercados algunos productos sin lactosa, tales como queso, leche y helados.
Aparte del componente genético, la intolerancia a la lactosa puede deberse a otras enfermedades más crónicas, como la enfermedad celíaca. Los niños intolerantes al gluten cuando son adultos, pueden presentar síntomas de intolerancia a la lactosa debido a la atrofia intestinal secundaria a la ingesta de gluten.
La celiaquía es una dolencia común del aparato digestivo de origen genético provocada por la intolerancia al gluten (proteína presente en la harina de trigo, cebada, centeno, avena y malta), que ocasiona una lesión gradual de las vellosidades del intestino delgado que son las que se encargan de absorber los nutrientes de los alimentos. Si se diagnostica durante la infancia, suele hacerse entre los 6 y 24 meses, coincidiendo con el comienzo del consumo de harinas. Según la FACE, uno de cada 200 niños en España puede padecerla y actualmente se conocen 20.000 casos. Los síntomas, normalmente, son los derivados de una mala nutrición y los más comunes son: pérdida de apetito y peso, tripa más grande de lo normal, diarreas prolongadas o, por el contrario, estreñimiento, vómitos, retraso en el crecimiento, trastorno del sueño y comportamiento irritable.
Así como en la intolerancia a la lactosa, el único tratamiento conocido que existe es la dieta de por vida, el único remedio para los enfermos de celiaquía es eliminar el gluten de su dieta, es decir, no podrán ingerir alimentos que lleven harinas, como galletas, pasta, rebozados, etc. Afortunadamente, ya existen en el mercado toda esta variedad de alimentos, pero sin gluten, incluso bollería, cereales, y golosinas. El celíaco debe basar su dieta en alimentos naturales: legumbres, carnes, pescados, huevos, frutas, verduras, hortalizas y cereales sin gluten: arroz y maíz. En todo caso, la dieta debería establecerse por un pediatra ya que si no se lleva un buen control nutricional, la ingestión de pequeñas cantidades de gluten, de una manera continuada, puede causar trastornos importantes y no deseables.
Aunque haya que tener ciertas limitaciones, la vida de un niño celiaco puede ser similar a la de cualquier otro niño. Tener esta enfermedad no tiene que suponer ningún obstáculo para poder llevar una vida normal incluso pueden tener menos riesgo de sufrir enfermedades asociadas con el sobrepeso y la obesidad ya que los celíacos necesitan mantener una dieta balanceada y un peso saludable.
La obesidad infantil
Aproximadamente del 25 al 28% de los niños presentan obesidad infantil, pero lo más preocupante es que en los últimos 20 años se ha incrementado de manera importante esta proporción hasta casi un 60% más. A partir del tercer año de vida, se ha de considerar esta etapa como muy importante y sensible a cualquier desorden o desequilibrio ya que esto podría comprometer su crecimiento y desarrollo.
La obesidad infantil tiene una predisposición genética pero hay que sumar múltiples factores: inactividad, alto consumo de azúcares y grasas...Hay que tener en cuenta que los niños aprenden por imitación, por lo que los padres o tutores legales han de practicar con el ejemplo. En casa no han de faltar por tanto ensaladas y verduras de todo tipo, así como un buen frutero que deje ver la atractiva variedad de colores de las frutas. Los riesgos de la obesidad infantil van desde hipertensión, hipercolesterolemia, es decir, niveles altos de colesterol en sangre, diabetes tipo II, fatiga, incluso apnea obstructiva del sueño que significa que mientras el niño duerme hay momentos en los que por unos segundos deja de respirar, lo cual provoca frecuentemente que el niño se quede dormido durante el día y por lo tanto influya en su aprendizaje. Aparte están los problemas emocionales como la baja autoestima, la inseguridad y los que provocan la discriminación social por estar gordos.
Prevención y tratamiento
Desde que nuestro hijo nace, y durante los primeros meses de vida (de 0 a 6 meses), la leche a demanda es el alimento ideal para el niño, dado que le aporta todos los nutrientes necesarios en cantidades suficientes y ayuda a la prevención del sobrepeso. Pero con el paso de los años, debes dar a tu hijo una alimentación sana y sobre todo equilibrada, y enseñarle poco a poco unos buenos hábitos alimentarios desde el preciso momento en que incorporamos en su dieta nuevos alimentos. Los consejos básicos para prevenir la obesidad infantil son fomentar una dieta variada pero especialmente rica en frutas y verduras y evitar que haga picoteos entre horas, en especial si se trata de chucherías, bollería industrial... Si el niño tiene mucha hambre se le puede dar fruta, un pequeño bocadillo integral, o incluso bollería saludable o biológica hecha con harinas integrales, sin grasas, etc. También hay que destacar que el agua es mucho mejor como bebida que zumos envasados o refrescos.
Por último, lo básico para evitar la obesidad es que el niño haga las cinco comidas, dándole mayor importancia al desayuno que bien puede ser un vaso de leche semi con unos cereales, o bollería infantil saludable sin grasas malas ni colesterol, que permiten que el niño le de un capricho al paladar sin comprometer su salud. La media mañana y la merienda pueden constar de un pequeño sandwich de pavo, queso bajo en grasa o fruta, por ejemplo los plátanos tienen muchos minerales y energía lo cual lo convierte en un alimento ideal para los niños. La comida y la cena deben de incorporar todo tipo de alimentos frescos y sanos como verduras, legumbres, cereales, pescado, carnes magras y huevo y de postre fruta o yogur.
Comunicación Empresarial
Redacción, España