David Camino, Universidad Carlos III
El arte, ¿un activo financiero?
El arte puede verse simplemente como una expresión cultural, pero también como un objeto de inversión. En este caso ¿cuál sería su valor monetario? Los datos históricos nos indican que los precios de cuadros de artistas bien conocidos (o los que no lo son tanto) han venido aumentando a lo largo de los siglos y esto sería una indicación que el verdadero arte mantiene su valor a lo largo del tiempo, pero también que en última instancia este arte encuentra mercado y compradores. Por todo ello, tanto desde el punto de vista artístico como financiero, el principal reto al comprar un cuadro consistiría en identificar obras valiosas y separarlas de aquellas que no lo son.
Lo primero que habría que preguntarse es, por tanto, si las obras artísticas pueden considerarse como activos financieros. De acuerdo con Stein, las obras de arte serían bienes económicos y podrían considerase tanto bienes de consumo como activos financieros, dado que suministran beneficios culturales a sus admiradores, tanto públicos como privados, y beneficios materiales a sus poseedores, cumpliendo las principales características de los bienes especulativos de inversión, cuyos precios vienen determinados por la oferta y la demanda (por ejemplo, en este sentido, es importante señalar cómo las obras de artistas fallecidos aumentan inmediatamente de valor al quedar fijada la oferta global de sus obras, pero no la demanda).
¿Es por lo tanto el arte un activo financiero? Existe un amplio debate en este punto, dado que incluso aquellos que intentan medir los rendimientos de las inversiones en arte a través del cálculo de los resultados obtenidos en la compra y venta de las obras (por ejemplo, VAN, TIR, etc.), incluyen entre los beneficios de la propiedad los llamados dividendos estéticos, que se obtienen, por ejemplo, por la contemplación de un cuadro en la vivienda particular y/o el placer de mostrarlo a los visitantes. En este sentido, existe un debate académico sobre hasta qué punto y en qué circunstancias el arte es un bien de consumo (con una mayoría de coleccionistas) o un bien de inversión (prevaleciendo los especuladores). La experiencia de una encuesta ya algo antigua nos indica que en el 63% de las transacciones de arte los compradores indicaban que la especulación era su objetivo principal y esta perspectiva, en principio, no ha cesado de aumentar. Los que no están de acuerdo con este punto argumentan que muchas obras de arte tienen poca o ninguna liquidez (son difíciles de vender), pero hay otras formas de inversión que tienen igualmente muy poca liquidez (por ejemplo la inversión en vivienda o en capital riesgo) y nadie duda de su naturaleza especulativa.
Así, si la compra de obras de arte es una inversión y los inversores están interesados principalmente en sus rendimientos ¿cuales son los riesgos implícitos y de qué tipo de riesgos se trata? Un análisis de la volatilidad de los rendimientos en obras de arte nos indica que el riesgo histórico ha sido alto y algunos autores indican además que la fuente principal de riesgo son los cambios en los gustos y las modas artísticas, muy difíciles de prever. Estos autores demostrarían que la compra de obras de arte de artistas reconocidos puede tener rendimientos tan altos como la compra de artistas desconocidos y que, por lo tanto, la creencia de que sólo la compra de obras maestras resultaría rentable no se justifica. ¿Se trata de una paradoja o de algo ya bien conocido por los inversores en la Bolsa, cuando diversifican sus carteras?
Lo primero que habría que preguntarse es, por tanto, si las obras artísticas pueden considerarse como activos financieros. De acuerdo con Stein, las obras de arte serían bienes económicos y podrían considerase tanto bienes de consumo como activos financieros, dado que suministran beneficios culturales a sus admiradores, tanto públicos como privados, y beneficios materiales a sus poseedores, cumpliendo las principales características de los bienes especulativos de inversión, cuyos precios vienen determinados por la oferta y la demanda (por ejemplo, en este sentido, es importante señalar cómo las obras de artistas fallecidos aumentan inmediatamente de valor al quedar fijada la oferta global de sus obras, pero no la demanda).
¿Es por lo tanto el arte un activo financiero? Existe un amplio debate en este punto, dado que incluso aquellos que intentan medir los rendimientos de las inversiones en arte a través del cálculo de los resultados obtenidos en la compra y venta de las obras (por ejemplo, VAN, TIR, etc.), incluyen entre los beneficios de la propiedad los llamados dividendos estéticos, que se obtienen, por ejemplo, por la contemplación de un cuadro en la vivienda particular y/o el placer de mostrarlo a los visitantes. En este sentido, existe un debate académico sobre hasta qué punto y en qué circunstancias el arte es un bien de consumo (con una mayoría de coleccionistas) o un bien de inversión (prevaleciendo los especuladores). La experiencia de una encuesta ya algo antigua nos indica que en el 63% de las transacciones de arte los compradores indicaban que la especulación era su objetivo principal y esta perspectiva, en principio, no ha cesado de aumentar. Los que no están de acuerdo con este punto argumentan que muchas obras de arte tienen poca o ninguna liquidez (son difíciles de vender), pero hay otras formas de inversión que tienen igualmente muy poca liquidez (por ejemplo la inversión en vivienda o en capital riesgo) y nadie duda de su naturaleza especulativa.
Así, si la compra de obras de arte es una inversión y los inversores están interesados principalmente en sus rendimientos ¿cuales son los riesgos implícitos y de qué tipo de riesgos se trata? Un análisis de la volatilidad de los rendimientos en obras de arte nos indica que el riesgo histórico ha sido alto y algunos autores indican además que la fuente principal de riesgo son los cambios en los gustos y las modas artísticas, muy difíciles de prever. Estos autores demostrarían que la compra de obras de arte de artistas reconocidos puede tener rendimientos tan altos como la compra de artistas desconocidos y que, por lo tanto, la creencia de que sólo la compra de obras maestras resultaría rentable no se justifica. ¿Se trata de una paradoja o de algo ya bien conocido por los inversores en la Bolsa, cuando diversifican sus carteras?